Memorias Viajeras de Bolivia
Casi siempre guardo fotos de los lugares a los que he viajado, sea porque yo las tomé o porque me las tomaron. Las ocasiones que, por algún motivo en específico, reviso mis fotografías, siempre recuerdo alguna anécdota, las circunstancias en las que fueron tomadas, las personas que me acompañaban, las palabras o conversaciones que sostuvimos, etc. Contemplar dichas imágenes es como gatillar el botón de play de una cámara mental de video, donde los hechos y memorias se suceden nuevamente en mi mente como filmografías de un pasado que se quedó en algún punto.
Hay memorias de un país que con frecuencia retornan a mi conciencia, y esas son mis memorias de Bolivia. Pienso que eso tal vez puede ser porque Bolivia fue el primer país extranjero al que viajé, y su calidad de primigenio ha envuelto y adornado cada una de las vivencias que tuve allí de un halo especial y hasta mágico. Paulo Coelho dice en su libro El Alquimista, camuflado en uno de sus personajes, que cuando alguien desea algo con todo el corazón, el universo conspira para lograrlo. Eso fue lo que me sucedió allá en Bolivia: di aquel paso para salir de los linderos de mi país, e inmediatamente el universo me sonrió y las cosas buenas llegaron, así, muy parecido a la magia.
A veces pienso que hay muchas Mayras que todavía siguen en aquellos lugares que he visitado. Por lo que hay una Mayra que continúa sentada en un muelle de madera, totalmente emotiva y admirada contemplando el atardecer del Lago Titicaca en Copacabana. Y hay otra Mayra de ánimo firme y resuelto, que continúa caminando en aquel desolado camino de tierra, en el que un día entero no pasó ni un solo auto, pero aún con la esperanza de llegar a su destino.
Es cierto que en algunos sentidos se puede decir que Bolivia, de entre los países sudamericanos, es muy parecida al Perú. Compartimos un lago, nos unen nuestras punas y nuestros cultivos andinos. Fuimos parte de un mismo imperio, y físicamente sus pobladores somos muy parecidos también. Todo esto por mencionar sólo algunas de las semejanzas. No obstante lo anterior, al cruzar la frontera tuve la sensación latente de estar entrando a una tierra con un carácter y expresión diferentes. Los días siguientes no hicieron más que confirmarme dicha sensación.
De Bolivia me llamaron la atención muchas cosas. Dentro de las principales se encuentran sus hermosos paisajes naturales, sin duda. Las serranías de Bolivia me enseñaron que la humildad y serenidad están tan cerca de la belleza que hasta podrían definirla. Sus perennes cerros y cordilleras se encuentran rodeados de un suelo infinito, que por secciones anda cubierto de extensos retazos de plantaciones de quinua color rosada, amarilla, naranja o verde, dependiendo del momento de madurez de los cultivos.
Bolivia también posee el desierto de sal más grande del mundo. Este desierto está ubicado en el pueblo de Uyuni, que pertenece al departamento de Potosí. Atravesar el Salar de Uyuni en la época de lluvias es realmente recomendable. Se forma una capa de agua en algunas zonas del salar que lo transforman en un inmenso espejo donde el cielo y la superficie de sal se funden en una sola imagen. De por sí el espectáculo visual es grandioso.
Algunos pueblos del interior del país lucen generalmente desolados durante el día, ya que sus pobladores sobreviven mayormente de su trabajo en el campo, sembrando y cosechando diferentes cultivos. Recién al caer el día hombres y mujeres tostados por el sol, regresan a sus casas en grupos humanos agolpados en las tolvas de algún camión comunitario. Después de un día de arduo trabajo los espera un plato de comida caliente en su hogar, una sopa o buñuelos dulces.
En las ciudades o pueblos más emergentes el panorama es diferente. Hay más movimiento de mercancías y vehículos, el comercio arrecia y en las calles estrechas las personas circulan sumergidas en sus quehaceres diarios. Cuando llegué a Bolivia pensé que La Paz era su ciudad capital, craso error. Allí aprendí que La Paz sólo era la sede del gobierno, y que la ciudad de Sucre es la que en realidad ostenta dicho título.
La Paz ciertamente es mucho más grande y más densa demográficamente, y no deja de ser una ciudad pintoresca enclavada en una ollada de tierra, y con muchas cuestas, subidas y bajadas, que entretienen la respiración del viajero.
En Bolivia también visité la ciudad de Potosí, donde desde diferentes puntos de la ciudad se puede observar al gran Cerro Rico, del que se extrajeron toneladas de plata durante la época colonial. Más lejos de allí, aún en el Departamento de Potosí, se puede ir a visitar el Cementerio de Trenes de Uyuni. Vagones y locomotoras que muchos años atrás sirvieron para transportar mineral desde Potosí hasta Antofagasta en Chile, ahora yacen abandonados en el altiplano boliviano, simbolizando los efectos del paso del tiempo, la inacción y el olvido.
Avanzando a la ciudad de Sucre también se pueden encontrar huellas de un pasado remoto, mejor dicho prehistórico. Aquí se encuentra Cal Orcko, el yacimiento paleontológico más grande del mundo, donde en las canteras de cal de una fábrica de cemento se encuentran impresas más de 5000 huellas de 294 especies de dinosaurios.
El centro de Sucre también es muy lindo, y detenerse en su mercado para tomar un café con buñuelos y salchichas realmente vale la pena.
En el oriente de Bolivia se encuentra la ciudad de Santa Cruz, y cuando llegué a ella me despojé de mis chompas, casacas y chalinas que siempre me acompañaron en la serranía boliviana, y quedé atosigada y afiebrada por el inclemente sol que lo envolvía todo sin escapatoria. Recuerdo que uno de mis primeros días en Santa Cruz la pasé tendida en una hamaca, en una suerte de trance febril ya que el calor me imposibilitaba moverme y había disminuido todas mis fuerzas. Felizmente las noches eran más frescas y ayudaron en mi recuperación. Ya los días siguientes salí a recorrer esta ciudad tan diferente del resto de Bolivia que había conocido. En Santa Cruz el ambiente es de trópico, las gentes usan menos ropas, la comida es más condimentada, hay mucha más vida nocturna, y se respira más liberalidad en el aire. Generalmente ocurre así en los lugares más calientes.
Terminaré comentando que mi impresión de Bolivia fue realmente positiva. Las personas amables y bondadosas pueden encontrarse en cualquier parte del mundo, y aunque había escuchado que es difícil viajar a dedo en Bolivia, esto en realidad no fue así. Tal vez uno puede demorar un poco más de tiempo esperando, pero como es la regla viajando a dedo, finalmente siempre alguien te lleva. Por otro lado, si viajar a dedo no es lo tuyo; en Bolivia los costos de buses son muy bajos. Sin embargo, las rutas no son fáciles, sobre todo en el interior del país las rutas son más que nada de tierra y piedras, aunque esto ocurre mayormente en las rutas secundarias.
Para salir de Bolivia yo lo hice en el Tren de la Muerte, que va desde Santa Cruz hasta el pueblo fronterizo de Bolivia con Brasil, llamado Puerto Quijarro. Yo quería tener la experiencia de subirme a ese tren con ese nombre tan peculiar. La historia popular comenta que décadas atrás viajaron en el tren personas enfermas de fiebre amarilla y que algunas de ellas murieron allí. Es de esa historia que proviene su nombre. Ahora yo creo que ese tren en vez de llevarte a dormir al más allá, lo que hace es radicalmente lo opuesto. Durante 18 horas de viaje no me permitió cerrar los ojos!.. Esto debido a que el tren es bastante incómodo, pero como experiencia de una vez creo que estuvo bueno. El tren va repleto de pasajeros, siempre suben y bajan vendedores ambulantes y cuando es muy tarde en la noche, aquellos que no se resignan a no dormir y a los que el cansancio ha desposeído de cualquier reparo referido a la limpieza, se acuestan en el suelo metálico, polvoriento y pisoteado del tren para intentar dormir aunque sea un poquito.
Para el alojamiento yo me valí de Couchsurfing (una red virtual de hospitalidad internacional e intercambio cultural) en algunas ocasiones, y conocí a muy buenas personas que compartieron sus experiencias conmigo de manera tan generosa que siempre estarán en mi corazón. También acampé mucho. Lo bueno de Bolivia es que es realmente precioso acampar en el altiplano, los paisajes son formidables y el descanso es garantizado.
Espero haberlos animado a viajar a Bolivia. Yo sin duda sé que regresaré algún día por allí. Saludos, y hasta la próxima..
Buenissimo relato! Cuando me recuerdo de mi viaje a Bolívia, yo pienso y me siento como tu dice. Son recuerdos amables de un país encantador.
Muy linda página,especialmente por la fotos de mi Bolivia y tus comentarios de cada una de ellas,son alagadores,sigue adelante,como decía el escritor y novelista Ingles Aldou Huxley «Viajar es descubrir que todo el mundo está equivocado sobre otros países»
Es verdad que Perú y Bolivia tienen muchas similitudes, todo debido a que el imperio inca fue muy extenso.