Quijoteando en los molinos de viento de Consuegra
Cuando viajamos en la carretera rumbo a Toledo desde Granada, no sabíamos que en el camino íbamos a encontrarnos con tantos olivos. Sé que el mejor aceite de oliva proviene de España y que es uno de sus productos bandera, por supuesto, pero sinceramente no se me había pasado por la cabeza encontrarme con tantos olivos allí justo al ladito de la carretera. Era un espectáculo de la agricultura asombroso, todas las laderas y pequeñas montañas que se alzaban a la vista estaban peinadas por legiones de árboles de olivo que parecían esparcirse hacia el infinito.
Todo este paisaje olivado nos acompañó mientras cruzábamos el centro del sur de España. De pronto, cuando faltaba casi una hora para llegar a Toledo, advertimos unas grandes aspas de molino que se alzaban muy al fondo en las cimas de unas extensas colinas. Y no era sólo un molino, eran varios molinos de viento inmensos y blancos cuyas largas y trenzadas aspas parecían decirnos «hola!» desde lo lejos.
Yo me sentía un poco adormilada por el viaje en auto y hasta un tanto hipnotizada por haber visto tantos olivos bajo el sol candente; sin embargo apenas mis ojos divisaron esos molinos de viento sentí unas ganas inmensas de alcanzarlos, me sentí atraída por los molinos, y creo que todos en el auto lo estuvimos también porque viramos el rumbo al oeste y fuimos a por ellos.
Esta parte del viaje no estaba planeada, y creo que por eso me gustó tanto. Salirnos del camino para ir a ver aquellos molinos de viento era una demostración de nuestra libertad y libre albedrío, era una oportunidad de sentir la aventura del viaje.
Y así fue que aprendí que el pueblo ubicado en las llanuras colindantes a los cerros donde se alzan los molinos es el pueblo de Consuegra que pertenece a la comunidad de Castilla-La Mancha. Consuegra es un pueblito tranquilo y llano, cuyas gentes en ese día domingo y soleado, y a esas horas de la tarde, parecían todas estar durmiendo la siesta.
Se dice que los molinos de viento esparcidos por la comunidad de Castilla-La Mancha son aquellos que inspiraron a Miguel de Cervantes Saavedra cuando escribió el Quijote. Esto quiere decir que los molinos de viento asentados en Consuegra, y que datan del siglo XVI, son muy similares a aquellos gigantes con los que luchó el imaginario Quijote. Ya entiendo el porqué de la atracción tan intensa que sentí por acercarme a esos molinos. En verdad no son molinos, son gigantes, Sancho!!
Anduvimos a nuestras anchas por entre los molinos un rato, apreciamos el inmenso paisaje, disfrutamos de las refrescantes corrientes de aire, Chael dibujó un poco, y al regreso surcamos el Castillo de la Muela que está justo al lado de los molinos de viento. Después de todo esto, ahora sí había que regresar a la ruta, Toledo nos esperaba!
Si quieres saber cómo me fue en mi viaje por Toledo, no dejes de leer mi siguiente post, donde postearé algunas fotos y comentaré los lugares que allí visité.
Hasta pronto!
A donde se fue la viajera