Visitando el Museo Nacional de Arte de Cataluña
A inicios de semana sabía que el domingo ya lo tenía reservado, no debía planificar ninguna actividad para ese día ni pensar en hacer algo siquiera, ya había sido advertida de eso. Fue así que cuando llegó el soñoliento domingo, el primero del mes de marzo, me encontré subiendo al metro sin saber la estación donde debía bajarme.
No es que acostumbre caminar por las calles de Barcelona y pasearme por su sistema de metro sin ningún propósito predeterminado, aunque en realidad no estaría mal hacer eso de vez en cuando. Estar perdido en una ciudad siempre tiene su encanto, y yo ciertamente estaba muy expectante ya que era Cale quien me estaba llevando a ese lugar misterioso.
Finalmente emergimos de las profundidades del metro en la estación de Plaza España. Era un soleado e inesperado día de invierno en Barcelona, y pocos minutos después ya estaba descargándome de mi chaqueta y bufanda.
– ¡Ya sé! ¡Estamos yendo a Montjuic! – Intenté adivinar. – No, ya fuimos allí la semana pasada. – Me contestó Cale muy grave. Mientras tanto, mucha gente se agolpaba al frente de la Plaza España y yo no sabía por qué. Ya después me enteré que esa semana se estaba desarrollando el Mobile World Congress, uno de los eventos de tecnología móvil más esperados del año, y hasta Mark Zuckerberg andaba allí adentro. Pero no era allí a donde íbamos, sino más bien a un espacio donde la modernidad se hacía presente pero de una manera más artística y pictórica.
Ya sin más preámbulos ni aspavientos Cale por fin exclamó – Vamos allá arriba. ¿Ves el palacio?– Alcé la mirada y este apareció, un palacio se erguía al fondo de la Plaza España, justo detrás y por encima de una resplandeciente cascada de agua. Y allí nos dirigíamos. Estábamos visitando el Museo Nacional de Arte de Cataluña, ni más ni menos, y yo no sabía nada de él.
Me gusta visitar lugares de los que no sé qué es lo que puedo encontrar. Creo que de la aventura, el imprevisto y el desconocimiento siempre buenas cosas pueden suceder o al menos quedarse grabadas para siempre en tu mente, y eso fue justamente lo que pasó visitando el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
Antes y después de estar en el museo me detuve en su terraza un momento a apreciar la gran vista de la ciudad que se imponía desde lo lejos. Al pie de las escaleras había un músico que compartía a través de su guitarra algunas de sus melodías con los asistentes.
Es muy fácil encontrarse con buenos músicos en las calles de Barcelona… Eso es algo que me gusta mucho de esta ciudad, que te deleita los oídos y la vista con sus expresiones artísticas… La melodía se me hacía familiar y me di cuenta que andaba tocando la canción Hotel California en una versión catalana.
Muchas personas se sentaban alrededor del músico a escucharlo tocar su instrumento y apreciar el citadino paisaje. Ese domingo se prestaba para todos con ese clima espléndido que no podía pedir otra cosa más que bocanadas de aire fresco.
Los domingos son días especiales en el museo. El primer domingo de todos los meses hay entrada gratuita en muchos de los museos de Barcelona, y los restantes domingos también hay entrada libre pero a partir de las 3 de la tarde.
Cuando ingresamos al palacio-museo advertí que este es más moderno por dentro de lo que aparenta ser exteriormente. Nuestra primera incursión fue en la sección de Arte Medieval Gótico. Allí me llamó bastante la atención la cantidad de pinturas con motivos religiosos de explícito carácter sanguinolento. Muchas eran pinturas y retablos provenientes de antiguas iglesias de la región, por lo que en su mayoría representan escenas de la vida y muerte de Jesús, y de algunos de los santos personajes que lo sucedieron.
También hay una parte especial del museo dedicada al Arte Medieval Románico (siglos XI al XIII) , que fue la que más me gustó, donde se exhiben las decoraciones murales que anteriormente adornaban las paredes, techos y columnas de las iglesias de los Pirineos. Estos murales fueron removidos de sus lugares de origen para salvarlos de la comercialización de obras de arte y así poder preservar el patrimonio cultural catalán.
Yo particularmente tenía mucha curiosidad por conocer cómo habían podido remover los murales desde las paredes, arcos y cúpulas de las iglesias que antiguamente los acogían, para pegarlos luego en las modernas paredes del Museo Nacional de Arte de Cataluña. Felizmente en el museo se expone también un vídeo que explica y muestra el proceso de extracción y recuperación de los frescos, el cual se realizó mediante una técnica de arrancamiento denominada strappo. Si quieres saber más de la técnica te recomiendo ir al museo 😉
En la sección de arte moderno pude apreciar expresiones artísticas correspondientes a los siglos XIX y XX, donde a partir de las pinturas, fotografías, carteles y artes decorativas que allí se muestran, pude aprender un poco más acerca del movimiento modernista del que tanto se precia Barcelona, y acercarme de alguna manera a la comprensión del imaginario del artista modernista plasmado en sus obras.
Cuando Cale y yo terminamos nuestro paseo por el museo, sabíamos que había sido una buena experiencia. Yo por mi parte pensé que esta visita me había acercado al entendimiento y valoración del pasado histórico y artístico de la cultura catalana. Creo que el hecho de congraciarme con una ciudad se acompaña muchas veces del arrobamiento que me producen sus obras de arte. Y eso me había ocurrido en esta ocasión. Me sentía feliz en Cataluña.